sábado, 14 de febrero de 2009

Homenaje a mi padre


Como mi memoria,
serpentea el humo de las chimeneas
en el caserío de aquel pueblo mío.
Montado en su antigua bicicleta corroída,
envuelto en una capa tosca y fría,
él desplaza su monumental figura.
¡Cartero!
Gime la cadena en cada pedaleo.
Su canción hecha silbido,
arremete contra el fango del invierno.
Se encorva su figura por el peso
atesodorado en su valija.
¡Carteeero!
Su monótono anuncio no distingue
la noticia alborozada o la voz
de la muerte en cada línea.
Su nariz aguileña y pronunciada,
deja atrás unos ojos oscuros,
desafiantes, casi.
Tiene la piel endurecida de tanto y tanto
trajinar con su valija.
¡Carteeero!
Quedan a un costado de la puerta,
sus negras y enfangadas botas
Ella le acerca un café caliente.
El inclina su hombre hacia un costado
Descuelga la valija, ahora más liviana.
Se acerca...
Me impregna de frío la mejilla
Y en un abrazo largo
lo arropo con ternura.
Montado en su antigua bicicleta corroída
mi padre recorre las calles
agitadas de este pueblo mío.
¡Carteeero!
María Rosa Obispo

1 comentario:

juan merallo dijo...

Precioso poema, con todo el aroma de los carteros de antaño, carteros de tantos países que compartían ese medio de transporte tan universal como es la bicicleta.

Un saludo,

Juan Merallo