lunes, 9 de febrero de 2009

Artículo publicado como columnista invitada en el Diario El Argentino

Diario EL ARGENTINO. Gualeguaychu, Entre Ríos. 07/02/2009

Colaboración

¿Quién dijo que todo está perdido?
Por María Rosa Obispo Ledri (*)

Es domingo.
Despunta el sol y la ciudad se despereza somnolienta.
El viento acaricia la mañana fragante. Hay alboroto de gorriones entre las hojas tiernas de septiembre de 2008.Recorro las calles. De pronto encendidas, inmóviles; de pronto fatigadas, extrañas.
En una esquina, hay un canto roto de pájaro.¿Puedo ayudarte?, le pregunto. Su vestido de vivos colores se opaca desprolijo en el cordón de la vereda. Sus ojos claros me miran sin verme. Los empaña una nube transparente. Me acerco a ella. Y mis sentimientos se mezclan: compasión, misericordia de mamá…, impotencia.No me contesta. Yo soy una extraña para ella. El mundo es un extraño para ella. Sólo atina a doblar su cuerpo, hacerse un ovilito, y quedar ahí… esperando quién sabe qué.
Sigo mi camino y ya no soy la misma. Pienso en los jóvenes, en esos jóvenes con el canto roto esperando a que nosotros despertemos. Despertemos de este letargo fácil, de esta cobarde indiferencia, de este ancestral “no te metas”.Esperan a que despertemos.Ha llegado la hora de entonar el “mea culpa”.
“Tenemos la obligación de primear a la muerte. Podemos hacerlo”. Dos palabras me impactaron de ese documento, que casi como un desesperado pedido de ayuda escribió nuestro obispo Jorge Eduardo Lozano: Despenalizar ¿cura o mata?Me movilizaron dos palabras: “obligación y podemos”.
Como mujer, como mamá, me pregunté: ¿dónde nos ha llevado el ser tan permisivos, tan intolerantes. Dónde nos ha llevado el no tener límites, ni los valores claros? Qué es lo que hemos transmitido. O acaso ha sido nuestra “ausencia”, la que ha calado tan hondo…
Desde mi condición de ciudadana con vocación de servicio, tengo la obligación de compartir con el lector algunas inquietudes con respecto al flagelo de la droga.Flagelo (del latín flagellum) “Instrumento para azotar” dice el diccionario de la Real Academia Española, entre otras acepciones. La droga, el alcohol, son los instrumentos que nos están azotando. Que nos están lastimando. Que nos están llevando a un mundo abandonado, displicente. A un mundo instantáneo y efímero.No dejemos que esto ocurra, comprometámonos. Con nosotros mismos, con nuestros semejantes.Podemos cambiar nuestras actitudes.Es verdad que el adicto es un enfermo. Pero para casi todas las enfermedades existe un antígeno. Y el antígeno que puede generar los anticuerpos para combatir a la drogadicción es el interés por nuestros jóvenes. Es ocuparnos de ellos. Es que vuelvan a descubrir su capacidad de asombro.Quitémosle clientela a ese negocio inmundo de la droga. Hablemos con nuestros hijos, puede ser un trabajo de hormiga pero es el más viable. Eduquémonos en el diálogo, como antes. Escuchemos a nuestros mayores como palabra “autorizada”. Porque así son, mayores de otra generación, que no fue, para nada, peor que la nuestra.El desinteresado interés por el otro es un buen mecanismo de defensa contra ese flagelo que mata. Para nosotros y para ellos.
Su lugar de pertenencia debe volver a ser un mundo de valores, de trabajo, de amistad, de familia, de conciencia, de sensibilidad. No un mundo de apariencias ni de un malsano consumismo.Que nuestro cálido aliento hacia los jóvenes sea un abrazo enorme que sobrepase a esta problemática digitada sin escrúpulos.La droga es un camino hacia la muerte, y a “esa” muerte tenemos la obligación de “primerearla”.No estigmaticemos a la generación que será nuestro futuro.
Tenemos la obligación, podemos hacerlo.Hay un considerable segmento de jóvenes que desarrollan su vida en una libertad responsable, con sana alegría y proyectos dignos.Tengo la esperanza (no se puede vivir sin ella) de que en una mañana –quiera Dios no tan lejana- encuentre a esa niña que tanto me conmovió aquel domingo de septiembre, diciéndome:-Sabe, no me llevó a nada el ambiente hedonista y consumista en que vivía. Fue el afecto de mi familia y de la sociedad lo que me rescató. La contención de los que me quieren bien. Hoy estoy aquí, de pie. “¿Quién le dijo que todo está perdido?... Yo vengo a ofrecer mi corazón”.

(*) María Rosa Obispo Ledri es profesora en Ciencias Naturales.

No hay comentarios: